En 1825 el gobierno del Imperio del Brasil tras alegar que las
Provincias Unidas del Río de la Plata apoyaron el desembarco de los Treinta y
Tres Orientales, reforzó sus tropas en la Provincia Oriental y declaró
bloqueados todos los puertos de las Provincias Unidas. Consecuentemente el 4 de noviembre de 1825 el
general Juan Gregorio de Las Heras declaró rotas las relaciones diplomáticas
con el Brasil y acto seguido el Imperio declaró la guerra, el 10 de diciembre
de 1825, la cual duró tres años. Por su parte el gobierno de Buenos Aires
reconcentró en la costa del Uruguay un cuerpo de ejército a las órdenes del
general Martín Rodríguez; hizo construir algunas baterías sobre el Paraná bajo
la dirección del mayor Martiniano Chilavert, y confió al coronel Guillermo
Brown el mando de una corta flotilla, la cual se aumentó algunos meses después
por una suscripción de los ciudadanos pudientes. (1) Esta última medida era tanto más urgente por
cuanto el Imperio dominaba los ríos de la Plata, Uruguay y Paraná, por haber
fortificado la Colonia y Martín García y porque hacía efectivo el bloqueo con
una escuadra poderosa.
Mientras la atención se contraía a lo largo de los
ríos que limitaban por el lado argentino lo que, según todas las probabilidades,
sería el teatro de la guerra, el Imperio preparaba una invasión por la costa
sur de Buenos Aires y trabajaba en su favor el ánimo de algunos caciques de los
indios que permanecían en son de guerra desde la última expedición del general
Rodríguez. Apercibido de ello el gobierno
se apresuró a conjugar ese doble peligro que podría reducir el territorio de
Buenos Aires a los extremos más difíciles. Al efecto el ministro García llamó
al coronel Juan Manuel de Rosas y le manifestó que el gobierno tenía las
pruebas de que los imperiales querían apoderarse de Bahía Blanca y de Patagones
para concitar a los indios a que penetrasen en Buenos Aires y obligar al
gobierno a distraer hombres y recursos.
Que en vista de esto, el gobierno le ordenaba se trasladase a la costa
sur, se valiese de su influencia sobre los caciques para impedir que se aliasen
con los imperiales y pusiese en estado de defensa aquellos dos puntos
amenazados. Esta comisión era tan
importante como urgente, pues las autoridades de Patagones acababan de apresar
a cuatro oficiales imperiales que habían bajado de una corbeta surta en ese
puerto.
Fragata 25 de mayo |
El gobierno había encomendado poco antes a Rosas el negociado pacífico
con los indios, y nombrándolo enseguida en unión del coronel Juan Lavalle y de
Felipe Senillosa para que midiesen la nueva línea de fronteras. Terminado el
encargo de estos últimos, Rosas continuó en la negociación con los indios hasta
que en virtud de las circunstancias apremiantes que el gobierno ponía de
manifiesto, envió algunos indios y a dos indias de cuyos hijos él era padrino,
para que invitasen a los caciques Pampas, Tehuelches y Ranqueles a un gran
parlamento que tendría lugar más allá del Tandil, y muy principalmente a los
caciques Chañil, Cachul y Lincon que se obstinaban hasta entonces en no aceptar
ningún arreglo. No sin vencer grandes
dificultades tuvo lugar el parlamento, con asistencia de los caciques
nombrados, bajo la fe del compromiso personal que Rosas contrajera de que había
de cumplirse lo que estipularan. Rosas
se dirigió solo al campamento de los indios y arregló allí la fijación de la
línea de frontera, comprometiéndose aquéllos a permanecer en paz con el
gobierno. (2)
Seguro que estos caciques no moverían sus toldos (que no los movieron
durante la guerra con el Brasil), Rosas se concentró entonces en defender los
puntos amenazados. Engrosó con 200
hombres los piquetes de voluntarios y de blandengues que al mando del capitán
Molina guarnecían Patagones. Reforzó la
batería de la costa con cuatro cañones bien dotados. Sitió cerca de ese punto varios toldos de
indios amigos, y puso estas fuerzas a las órdenes del coronel Francisco
Sosa. Con ellas y con las que comandaba
el coronel Estomba en Bahía Blanca, y alejado el peligro de que los indios se
entendiesen con los imperiales, era muy difícil que éstos pudieran penetrar con
ventaja por esa costa. Los imperiales sufrieron, en efecto, un ruidoso
fracaso. Durante la noche desembarcaron
como 700 hombres en la costa entre Bahía Blanca y Patagones, con el intento de
sorprender la guarnición de este último punto y fueron derrotados perdiendo
naves, armas y banderas. El capitán Juan
Bautista Thorne completó esta victoria apoderándose con su bergantín de la
corbeta Icapavari, cuya tripulación había bajado a tierra para asegurar más el
éxito de la invasión. En los últimos días de mayo de 1826 el bergantín
argentino Balcarce, las goletas Sarandí, Pepa y Río, dos cañoneras y dos
transportes, se habían abierto paso hasta Las Conchillas desembarcando allí
fuerzas del ejército de operaciones.
Para vengar este fracaso, la escuadra imperial se acercó en el mediodía
del 11 de junio a Los Pozos, donde estaba fondeada parte de la flota argentina.
El combate
Frente a lo que es hoy la Dársena Norte, en Buenos Aires, a tres millas
de la costa se encuentra el lugar que se llamaba Los Pozos. Fue allí donde en
la mañana del 11 de junio de 1826 el almirante Guillermo Brown, al mando de una
flotilla compuesta por once barcos, enfrentó a la poderosa escuadra del Imperio
del Brasil. La acción se libró a la vista de la población de la capital, que
desde temprano había ganado lugares en las barrancas del río y azoteas próximas
para presenciar el combate. Fácil era advertir desde la orilla los buques
enemigos que en amenazante actitud y en evidente superioridad numérica
aguardaban a las naves de Brown. Se sabía que nuestro almirante estaba decidido
a embicar o volar su escuadra antes de rendirla. El día amaneció muy despejado
y la corriente del río favorecía a las fuerzas imperiales. El avance fue
despacioso; las corbetas tuvieron que dar remolque a los barcos mayores. Brown
aguardó sereno el ataque y momentos antes de comenzar la lucha dio esta
proclama: “Marinos y soldados de la República; Veis esa enorme montaña
flotante. Son 31 buques enemigos. Mas no creáis que vuestro general abriga el
menor recelo, pues no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la “25 de
Mayo”, que será echada a pique antes de rendirla. Camaradas: ¡Confianza en la
victoria, disciplina y tres Viva la Patria!”. A mediodía la armada imperial
llegó a la rada y prosiguió su avance hacia Los Pozos. Pero una hora más tarde
dos de los barcos, la “Nictheroy” y la “María da Gloria”, se vieron obligados a
fondear por falta de agua. Fue entonces cuando Norton, jefe de la escuadra imperial,
se trasladó a la “Itaparica”. A las 13.45 subió al palo mayor de la nave
capitana argentina una última orden: “Fuego rasante, que el pueblo nos
contempla”, y se empeñó la acción en toda la línea.
CAÑÓN NAVAL
1- Cañón, se denominaba por el peso del proyectil: 8 lbs; 12 lbs, etc. 2- Cureña 3- Braga, para contener el retroceso al disparar 4. Aparejos, para colocar el cañón en posición de tiro. 5- Tronera. 6- Porta de tronera. 7- Chillera (porta proyectiles). 8- Oido, donde se colocaba la pólvora rápida y se aplicaba la mecha. 9- Implementos para cargar y limpiar el cañón. 10- Saquetes de pólvora. 11- Cuerno para cargar de pólvora el "oido" y punzón. 12- cuña para elevación.
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CARRONADA
Se utilizaban para corta distancia. Su trayectoria era rectilínea, disparando balas de gran peso, metralla o trozos de cadena, causando grandes daños en en casco y en la maniobra, asi como mucha sbajas y heridos antes del abordaje.
Su alcance era corto, pero resultaba más manuable considerando el peso del proyectil, que llegaba hasta las 24 libras, usando 3 libras de pólvora, mientras que un cañón necesitaba 6 libras para el mismo peso.
Medían 3 pies de longitud e iban instalados en la cubierta, necesitando poco personal.
Fueron fabricados por primera vez por Carron Iron Works (Escocia), resultando muy utilizadas en barcos pequeños y mercantes.
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IMPLEMENTOS DEL CAÑON
1- Atacador 2- Esponja 3- Rascador 4- Cepillo 5- Espeque (para orientar el cañón) 6- "Gato" de registro (calibrador) 7- Punzón para el "oído" 8- Molde para preparar cartuchos 9- cuchara para cargar pólvora directamente 10- Tapón de boca.
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PROYECTILES
1- Bala redonda (hiero fundido) 2- Palanqueta (tipo francés) 2a- Palanqueta (tipo inglés) 3- Balas encadenadas 4- bala enramada 5- granada explosiva (a:mixto lento b:explosivo) 6- bala y saquete de polvora 7- saco de metralla o pollada 8- tarro de metralla o trozos de hierro 9- fusible para colocar en el oído.
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Pintura pastel de autor anónimo donde se observa un marinero en el
acto preciso de clavar la bandera recibida por Brown.
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Brown por su parte había dado orden de suspender el fuego, y recién en
esos momentos, al disiparse el humo, advirtió el peligro que corrían las
fuerzas al mando de Rosales. Sin demora se embarcó en una cañonera y seguido de
seis barcos se lanzó tras los imperiales. La “Nictheroy” parecía haber varado y
la flotilla se acercó a ella cuanto pudo para hostigarla con sus tiros hasta
que Rosales consiguió arribar. Norton a su vez, pasadas las cuatro de la tarde,
acentuó aún más su retirada y fondeó ya de noche a varias millas de distancia. Horas
después, Brown y sus valientes marinos desembarcaron provocando su llegada las
más entusiastas manifestaciones, tanto de las autoridades como del pueblo,
tributándoseles toda clase de homenajes. Las damas porteñas, para testimoniar
la admiración que tan grande hazaña había despertado, obsequiaron al almirante
con una bandera de seda que en letras bordadas en oro decía: “Once de Junio”.
Referencias
1) Esta suscripción a la Empresa naval era, o con calidad de reembolso,
o gratuitamente. El boleto Nº 451
(conservado por Adolfo Saldías) acredita que el entonces coronel Juan Manuel de
Rosas se suscribió gratuitamente con 500 pesos.
2) En esas circunstancias se había desarrollado la viruela en algunas
tribus. Como resistieran la vacuna,
Rosas citó ex profeso a los caciques con sus tribus y se hizo vacunar él mismo. Bastó esto para que los indios en tropel
estirasen el brazo, de manera que en menos de un mes recibieron casi todos el
virus
Fuentes
Página Histarmar
Patricios de Vuelta de Obligado
Portal Revisionistas
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina
Vigil, Carlos – Los monumentos y lugares históricos de la Argentina.
Editorial Atlántida, Buenos Aires (1959).
Belle documentation Carlos!
ResponderEliminarMerci Phil, toujours très aimable
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