A fines de junio de 1866 López había remontado nuevamente su ejército a
un total de 20000 hombres, pero apelando en gran parte a viejos, niños y
soldados enfermos o heridos dados de alta. Pese a la gravedad de la situación,
«tenía la convicción de derrotar a los aliados y se decidió a provocarlos». El
Mariscal creía haber encontrado un punto débil en la derecha aliada cerca del
amplio palmar llamado Yataity Corá. En vanguardia frente al palmar, el llamado Paso Leguizamón, paso de los
esteros que comunicaba con el campamento aliado, era custodiado por una
reducida guardia de milicias de la Guardia Nacional argentina, dos compañías
del batallón Libertad de Catamarca (3ª División del I Cuerpo del Ejército
Argentino) al mando del mayor Maximino Matoso, sin experiencia de combate y
recientemente arribadas de esa provincia argentina, contando sólo con reducido
apoyo de caballería.
Combate de las avanzadas 10 de julio de 1866
El 10 de julio López envió dos batallones de sus tropas de infantería,
el N° 8 (capitán Casimiro Báez) y el N° 30 (mayor Cándido Mora), al mando
superior del coronel Elizardo Aquino en un ataque falso de provocación para
foguearlas y mantener en alerta al resto.
A las tres de la tarde, Maximino Matoso observó el avance enemigo en
dos columnas y dio parte del inminente ataque al jefe de la 1° División del I
Cuerpo, coronel Ignacio Rivas.
El ataque se inició inmediatamente, pero Rivas ya se había puesto al
frente de las restantes dos compañías del batallón Catamarca y rápidamente se
incorporó al frente, consiguiendo sostener la posición mientras ordenaba al
mayor Desiderio Sosa que fuese a reforzarlo con el 1° batallón Corrientes de
Guardias Nacionales (también de la 3ª División).
Los paraguayos cerraron filas y dispararon sus cohetes a la Congreve
desde corta distancia. Seiscientos soldados paraguayos del Batallón Nº8 al
mando del comandante Báez cargaron y se trabó el combate mientras el Batallón
N° 30 apareció flanqueando al Catamarca.8
Cuando el asalto parecía haber tenido éxito en aislar a las unidades argentinas
se sumó al combate el Batallón Corrientes. Debido al humo provocado por los
cohetes, los paraguayos no pudieron detectar la llegada desde el sur de la
reserva argentina hasta que ésta abrió fuego sobre las tropas paraguayas
obligándolas a replegarse.
El ataque paraguayo fue rechazado y el Batallón Corrientes quedó
ocupando la posición al norte del Paso Leguizamón.
Primer combate, 11 de julio de 1866
Al día siguiente y viendo que sus tropas no habían sido perseguidas, que
había sufrido pocas bajas y sin evidencia de que los argentinos hubieran
reforzado la posición, López decidió lanzar un ataque a mayor escala. Lo puso
al frente al general José Eduvigis Díaz, oficial de mucho y justificado predicamento
en el ejército paraguayo. Díaz llevaba como segundo al coronel Elizardo Aquino
y comandaba cuatro fuertes batallones de infantería: Nº8, Nº30, Nº13 y Nº20 apoyados por el Regimiento Nº10
de Caballería y dos coheteras a la Congreve, 2500 hombres en total.
En la tarde del 11 de julio, tras un bombardeo generalizado sobre las
líneas aliadas con los cohetes, los paraguayos avanzaron nuevamente. Al mando
del general Díaz la infantería cargó sobre Paso Leguizamón, mientras la
caballería trataba de rodear el flanco derecho del Batallón Corrientes que
retrocedió combatiendo bajo el fuego de fusilería y de los cohetes enemigos
pero sin romper su formación.
Mientras la columna paraguaya se asentaba en la isleta de Yatayti Corá
y presionaba al Batallón Corrientes, Rivas movilizó parte de la 1ª brigada de
la 2ª división del I Cuerpo, compuesta del Batallón 1º de infantería de línea (Tcnl
Manuel Roseti) y el Batallón de Guardia Nacional San Nicolás (Tcnl Juan Carlos
Boerr), considerado por su disciplina, experiencia y valor como una unidad
veterana más.
1º de Línea |
Los cohetes paraguayos disparados a corta distancia hicieron blanco
sobre las filas de los veteranos argentinos causándole numerosas bajas, entre
ellas la de su segundo sargento mayor Fernando Echegaray, quien para cubrir a
sus hombres tomó un proyectil para arrojarlo lejos, momento en que estalló. Cayó más de la tercera parte de la cuarta cara
del cuadro que se encontraba al mando del capitán Adolfo Morel, quien recibió
una seria contusión, y las explosiones incendiaron en varios puntos los altos
pajonales que circundaban su posición.
El batallón permaneció firme pero los paraguayos se encontraban ya a menos
de 100 pasos de tres de las caras del cuadro y tenía más del 20% de bajas, con
un alto porcentaje entre oficiales y suboficiales. Empeorando aún su
situación, en medio del fragor del combate el viento del norte trajo del Chaco
una tormenta de arena.
Si bien las baterías del Regimiento 1º de Artillería a Caballo, de Cnl.
Julio de Vedia estaban listas para entrar en combate, no podía abrir fuego al
tener a sus propias tropas interponiéndose al enemigo, por eso Rivas ordenó a
Roseti que retrocediera para que pudiese operar la artillería propia y para que
el San Nicolás lo protegiese. El Batallón San Nicolás se había situado algo
detrás en diagonal sobre el borde del estero.
El 1º de Línea empezó a retroceder seguido de cerca de los paraguayos
que ultimaban a los heridos tendidos en tierra y al ver como mataban a
bayonetazos al sargento 2º José María Abrego, que había quedado en el campo con
una pierna fracturada por una bala, el capitán Adolfo Morel ordenó -«¡Media
vuelta, a la bayoneta, no den cuartel!», las tropas del 1º de Línea cargaron a
la bayoneta calada sobre los paraguayos y los destrozaron. Finalmente Rivas
impuso su autoridad y el repliegue continuó hasta unirse al San Nicolás y al
Corrientes.
El 1º de Línea había sufrido fuertes bajas. Además de Echegaray habían
muerto el teniente 1º de la 3ª Compañía Miguel Bereciarte, el subteniente
Nicanor Rodríguez de la compañía de Cazadores y el subteniente José María
Caraza de la 1ª Compañía, 3 sargentos, un cabo y 9 soldados. Estaban heridos
con distinto grado de gravedad el teniente 1° de la 4ª Félix Benavídez, 2
subtenientes, 4 sargentos, 6 cabos, 26 soldados y un tambor, y contusos los
capitanes Ruperto Fuentes y Adolfo Morel, un sargento, un cabo y tres
soldados., otros 4 heridos, y 54 soldados muertos de un total de 246 hombres de
tropa y 16 oficiales. Ahora los tres batallones invirtieron la situación avanzando sobre el
enemigo que a su vez era batido por los cañones del Tcnl. Federico Mitre y del
Myr. Joaquín Viejobueno, a las siete de la tarde cesó el enfrentamiento con la
retirada paraguaya dejando incendiado el pastizal por los cohetes a la
Congreve. La posición de Yataytí Cora permanecía en manos argentinas.
Segundo combate, 11 de julio de 1866
Aquino movilizó sus reservas ante lo que el comandante del I Cuerpo
general Wenceslao Paunero recibió órdenes directas de lanzar un contraataque.
Paunero tenía poca confianza en esa orden ya que sus hombres estaban cansados y
no podían ver nada a través del humo, la arena y la creciente oscuridad pero
acató y mandó avanzar a la 2ª división al mando del coronel José Miguel
Arredondo compuesta por la 3ª Brigada: Batallón Nº 4 de Línea, Batallón Nº 6 de
Línea y la 4º Brigada: 1° Legión Voluntarios y Cazadores de la Rioja.
Ante el ataque argentino los paraguayos respondieron con fusilería y la
lucha devino en un caos ya que ambos bandos disparaban a ciegas hacia el
enemigo hiriendo en muchos casos a sus propios compañeros. Aquino ordenó la
retirada, tras tomar algunos prisioneros heridos y unos cincuenta fusiles,
Paunero también retrocedió recelando que el humo pudiera encubrir una sorpresa
del enemigo
Mitre llegó inmediatamente después con los dos batallones de infantería
restantes de la 1ª División, el Batallón Nº3 de Línea al mando del Tcnl. Felipe
Aldecoa y la Legión Militar comandado por el Sgto.Myr. Agustín Valerga y tomó
el campo en disputa.
Infante paraguayo |
En ese momento el Cnl. Rivas trajo cinco batallones desde la
retaguardia lo que finalmente dio la ventaja a los aliados. Sucesivamente
entraron en combate relevando al 3º y a la Legión que prácticamente habían
agotado su munición los batallones de la 2ª División 4º y 6º de línea (Luis
María Campos), luego volvió al combate los restos del 1º de línea y la 1º
Legión de Voluntarios (2º División), seguidos de otros batallones como
reserva: los batallones de Guardias Nacionales San Nicolás de los Arroyos y
Correntino, el 5º de línea, la 4º división al mando de Antonio Susini compuesta
del batallón de Guardias Nacionales La Rioja (Gaspar Campos) y Santa Fe y el 2º
de Voluntarios que aunque no abrieron fuego por hallarse ya muy entrada la
noche estuvieron al alcance de los disparos enemigos.
La acción se generalizó e hizo encarnizada pero pronto se decidió no
tardó en decidirse a favor de los argentinos. Si bien las fuerzas directamente
enfrentadas eran en todo momento similares, con once batallones movilizados los
argentinos estaban ahora en condiciones de continuar relevando sin cesar a las
unidades comprometidas en combate mientras que las paraguayas carecían de
reservas, sus cuatro batallones tenían bajas superiores al tercio de sus
fuerzas y se hallaban dos millas adelantadas de sus líneas, por lo que a las nueve
de la noche, Díaz dio la orden de retirada y los paraguayos se retiraron al
otro lado del estero «huyendo en gran desorden-escribió Mitre- tirando una
parte de sus armas, abandonando muertos y heridos y precipitándose al estero,
en cuyos pajonales y gracias a las sombras de la noche pudieron salvarse».
Cuando cesó el encarnizado combate la mayor parte del campo estaba ardiendo.
El desempeño de las tropas argentinas, especialmente el 1º de Línea y el
San Nicolás fue encomiable. El coronel oriental León de Palleja asentó en una
de sus últimas correspondencias a Montevideo «La infantería argentina ha
correspondido a la reputación de disciplinada y valiente que todos reconocen en
ella; no adentro de trincheras apoyada de cañones y de caballería, sino con su
solo propio esfuerzo. Los coroneles Rivas y Arredondo se han portado como
siempre, valientes entre los valientes». Tiempo después declararía por su
parte el coronel paraguayo Juan Crisóstomo Centurión «Las tropas argentinas ¿quién
lo duda? valen mucho; su intrepidez y valentía las tienen acreditadas en mil
combates».
Fuentes
Atlas
histórico-militar argentino, Círculo Militar, 1970
Isidoro J.Ruiz
Moreno, Campañas militares argentinas, Tomo 4
George Thompson, La
Guerra del Paraguay, RP Ediciones, Asunción, Edición 2010
Juan Beverina, La
Guerra del Paraguay, Círculo militar, BA, 1973
Los 508 del San
Nicolás, Ed.Kabhalah Jorge Costamagna 2002
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