sábado, 13 de marzo de 2021

El Horo


La armadura, es decir, la vestimenta protectora para el combate, se remonta a la antigüedad temprana y estuvo asociada casi siempre a un alto nivel socioeconómico, ya los usuarios casi siempre debían asumir su costo. Cada rincón del mundo desarrolló su propio modelo de armadura, como es lógico, aunque con el paso de los siglos los contactos y las relaciones comerciales permitieran incorporar elementos de un sitio a otro. Como la geografía insular de Japón le permitió permanecer en aislamiento mucho tiempo, su modelo de armadura tuvo unas características propias hasta que la llegada de los europeos en el siglo XVI introdujo algunas novedades.

Las armaduras niponas primigenias se llamaban tanko y estaban hechas de placas de hierro, lacadas para protegerlas de la meteorología y unidas mediante cordones (que podían ser de seda trenzada en los casos más exquisisitos). Las placas no cubrían todo el cuerpo por el exceso de peso que suponían, que podía alcanzar los treinta kilos. El tanko fue evolucionando, aligerándose progresivamente hasta llegar en la época Helan (clásica) al modelo más conocido, el dō, que sustituía el metal por el cuero endurecido y protegía integralmente.

Más tarde, en el citado siglo XVI, se dio paso a la adopción de elementos europeos como el casco morrión o la coraza para el pecho, originando el llamado tōsei gusoku, una curiosa combinación de características autóctonas y extranjeras. Por otra parte, el metal volvía a ser protagonista, esta vez en versión acero, para proteger al samurái de las armas de fuego: la armadura denominada de bala probada (tameshi gusoku) era capaz de resistir un disparo de arcabuz.

Al igual que pasa con las europeas, cada pieza de una armadura japonesa tiene su nombre. Los más conocidos son el dō (un peto que da nombre a un tipo de armadura, como vimos), el kabuto (un casco que, a su vez, constaba de varias partes que incrementaban su protección), el mengu (la típica máscara que cubría el rostro), el haidate (protector de los muslos, equivalente a las escarcelas), etc. Ahora bien, la armadura se utilizaba con una serie de complementos. Entre ellos, evidentemente, estaba la ropa, pero también el vistoso sashimono (una banderola engarzada a la espalda para identificar a qué bando pertenecía el samurái).

Pero hay una prenda muy llamativa el  horo, por su sorprendente concepto. Los horo se utilizaron desde el período Kamakura (1185-1333) y se decía que el horo protegía al usuario de las flechas disparadas desde el costado y desde atrás. En esencia, se trataba de una capa que los samuráis de cierto rango y los mensajeros,  llevaban a la espalda, pero no era una simple pieza de seda sino un conjunto de tiras cosidas entre sí y atadas a una especie de armazón interior, hecho de materiales ligeros (mimbre, bambú, ballenas), que se denominaba oikago y asemejaba una crinolina o miriñaque. Su función resultaba realmente peculiar: cuando el portador se lanzaba al galope con su caballo, el horo se hinchaba como un globo envolviendo al samurái y el oikago le mantenía esa forma.

Oikago


Acá podremos ver fotos las etapas de modelado, confección y pintura de figuras de plomo en 28 mm realizadas en el Talles de Miniaturas dirigido por Fernando Amo.

El aspecto del samurái resulta bastante llamativo, sin embargo, no era ésa la razón de ser del horo, sino que actuaba como una protección extra contra las flechas enemigas cuando éstas venían desde atrás, clavándose en esa estructura sin llegar al cuerpo. De hecho, parece que había una versión delantera que se usaba para cubrir la cabeza del caballo en las cargas. El horo medía casi dos metros, sujetándose por arriba al casco o a la parte superior de la coraza y por abajo a la cintura, en ambos casos mediante cordones.

Asimismo, sobre su superficie se pintaba o bordaba el mon, el emblema del clan. Eso servía para aclararse en medio de la batalla y distinguir a un amigo de un enemigo, constituyendo así una especie de estandarte. En ese sentido, se utilizaba igualmente para manifestar la rendición, sujetando el cordón de sujeción a un anillo del casco mientras se hacía otro tanto en un estribo. Era, pues, un elemento simbólico a la par que práctico. Especial, en cualquier caso.

Acá podemos ver las fotos de los modelos terminados, listos para entrar en combate. En este caso se trata de guerreros de Ii Naomasa.

Como tal, estaba reservado a personajes de cierta alcurnia o a un tsukai-ban, un edecán, mensajero encargado de llevar instrucciones a las tropas en plena lucha. Por cierto, tanto en un caso como en otro, hay noticias de que cuando se conseguía abatir al portador de un horo era costumbre cortarle la cabeza y envolverla en esa capa de seda, en un paralelismo a lo que se hacía con otros samuráis de menor rango, para cuyas testas se empleaba la tela del sashimono.

A menudo se dice que el horo fue creado por Hatakeyama Masanaga, un daimyō que combatió en la Guerra de Ōnin, el conflicto civil que enfrentó al hermano y el hijo del shogun Ashikaga Yoshimasa por su sucesión. La contienda empezó en 1467 y duró once años, dando paso al siglo del período Sengoku, la Era de los Estados Combatientes, en la que los señores más poderosos lucharon entre sí por proclamarse shōgun. Los dos candidatos a heredar el shogunato de Yoshimasa se agotaron en aquella matanza interminable sin vencedor claro y Hatakeyama Masanaga fue uno de los peones de la sangrienta partida.

No obstante, parece ser que Masanaga sólo habría sido un usuario especialmente célebre y el horo ya se utilizaba al principio de la época feudal, durante el período del shogunato Kamakura, que se extendió desde el año 1185 al 1333 y fue precisamente cuando se asentaron los caracteres más emblemáticos del Japón.



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