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sábado, 25 de mayo de 2013

25 de mayo de 1810

En el cumpleaños de la Patria los Patricios presentan sus saludos con salvas de fusilería 
El 25 de mayo de 1810 no se ha olvidado. 
Lo que se ha olvidado es su espíritu mas puro y solo se ha recordado esa visión que, ayer  le enseñaron a nuestros abuelos a "Grosso modo" y que ahora le enseñan a nuestros hijos a las "Pignas",  la que solo tiene en cuenta sus aristas jacobinas y revolucionarias.
Acá quise recordarlo así:

Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Rio de la Plata
a nombre del señor don Fernando VII

Afirma el Padre Castellani en la introducción escrita para la obra “Así fue Mayo”,de Federico Ibarguren,“que entre nosotros la historia es teología (…) por medio de ella se debaten aquí los problemas superiores”, explicando unos párrafos más arriba que el proceso iniciado en Mayo de 1810 dividió a los pobladores de estos territorios entre “los que querían mantener a toda costa la colonia española, por otro, los que no; éstos a su vez se dividieron (encarnizadamente) entre los que querían mantener el modo tradicional de la vida, cortándose de España si acaso, y otros que querían aquí un cambio de vida, a saber, el advenimiento de la revolución mundial, inaugurada en Europa en el siglo XVI, o sea, lo que podemos denominar el ‘progresismo’.”
En este último grupo podemos colocar, con diferentes matices, a Moreno, Castelli, Monteagudo –sobre todo en la primera etapa de su vida pública-, y Rivadavia. Los tres primeros más influenciados por el jacobinismo francés y las ideas de Rousseau, el último encandilado por las corrientes liberales británicas, sobre todo las posturas sostenidas por Jeremy Bentham.
Con respecto a Moreno, Enrique Díaz Araujo, en el Tomo III de su Mayo revisado, se encarga de derribar por tierra el mito de la Historia liberal “paragüera”, según el cual dicho personaje fue el numen de una “revolución” hecha en nombre de la “Soberanía Popular” (así, escrita con mayúsculas), encarnando el espíritu republicano y democrático. La auténtica revolución fue un hecho político que dio respuesta a la crisis del Imperio Español, y estuvo protagonizada por el Regimiento de Patricios. No hubo nada que tenga que ver con la “soberanía popular” (supuestamente expresada en el Cabildo Abierto del 22 de mayo, según la historia “clásica”). Moreno fue un “arribista”, llegado a último momento a la Junta creada el 25, que terminó –junto a la camarilla de intelectuales “ilustrados”- controlando la labor del nuevo gobierno. La postura de Moreno no fue ni independentista ni republicana. Su objetivo fue seguir una línea “reformista”, manteniendo la Fidelidad al “Rey cautivo”. El reformismo morenista se proponía continuar con la ruptura iniciada por los ministros ilustrados de los últimos Borbones. Díaz Araujo es clarísimo al respecto:“en lo cultural admiraba a los Iluministas franceses y en lo económico prefería los negocios con los británicos, en lo político se mantenía leal ala Corona española (…), más que un ‘revolucionario’, si tomamos esa voz en una acepción estrictamente ideológica, convendría contarlo entre los ‘reformistas’ ilustrados”. Unos renglones antes, el autor aclaraba que se trataba de  “un ‘reformista’, a la manera de la Ilustración española”[1]
Castelli, fue comisionado por la Junta manejada por “el numen de Mayo”,para imponer en el interior, a sangre y fuego, la obediencia al nuevo orden,  recurriendo para ello “a métodos repudiados por la moral ortodoxa: engañando, traicionando, intrigando”[2]; y sembrando el espíritu de “revolución social”, apostrofando a los indios altoperuanos en las ruinas del Templo del Sol de Tiahuanaco “sobre los abusos y crueldades del despotismo y los beneficios de la libertad”[3];  al tiempo que un grupo de la soldadesca se burlaba de la fe religiosa sencilla de otro grupo de indios y mestizos “arrancando la cruz (ante la que éstos se encontraban postrados) de su sitial”. Monteagudo, por su parte, “vestido con ropas de sacerdote, se trepó en Potosí al púlpito de una iglesia y pronunció un sermón sobre el tema: ‘La muerte es un largo sueño’.”[4] Estos hechos quitaron toda popularidad al ideal de Mayo en el Alto Perú. Algunos años después, don Manuel Belgrano, con el espíritu de disciplina impuesto a la tropa, y su ferviente y auténtica manifestación de religiosidad, reparará en parte, el daño hecho por aquellos ideólogos[5]
Por su parte, Rivadavia tuvo una gran participación durante el Primer Triunvirato –siendo Secretario del mismo-, y fue parte de la misión diplomática encargada de las tratativas con el restaurado Fernando VII, a partir de 1814. Luego de su fracaso, pasó varios años en Europa, regresando en la década del 20, para convertirse en el máximo representante del Partido Unitario, promoviendo reformas “liberales” desde su cargo de Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, primero; y como Presidente de las Provincias Unidas, después. En Europa había entablado amistad con el filósofo liberal Jeremy Bentham[6], y de regreso a nuestra Patria se propuso cambiar de raíz nuestros modos tradicionales, a partir de las elucubraciones mentales de su “maestro”.
Fray Francisco de Paula de Castañeda
Contra todos estos innovadores podemos admirar la figura del fraile franciscano Francisco de Paula Castañeda, quien reconociendo la justicia del proceso iniciado en Mayo se opuso a los ideólogos que buscaban romper con la Tradición y empezar de cero. Explica el Padre Guillermo Furlong que “lejísimo de utopías soporíferas, de iniciaciones arcanas, de proyectos hinchados, no pocas veces evidentes desvaríos (…) con que Rivadavia pretendía entontecer al vulgo, hasta las máximas de libertad, de igualdad, de independencia, no eran para Castañeda sino otras tantas zarandajas. Son, como expresó en una ocasión, ‘temas vanos e insignificantes’.”[7] Proponía el fraile una solución muy sencilla ante la anarquía desatada por la Revolución: “lo que hace falta es que los hombres todos aprendan a obedecer, primero a Dios y después a sus párrocos, a sus alguaciles de barrio y a toda humana creatura por amor de Dios”[8].
En un sermón pronunciado en 1818 ante el Director Pueyrredón afirmó que lo que conviene a la vida social es “recibir la virtud del santo espíritu”, y que la verdadera libertad “consiste en tratarse (los hombres) como hijos, que son de un mismo Padre”. Se refiere luego a las “almas contemplativas (…) que buscando primero el reino de Dios y su justicia, logran por añadidura los bienes temporales de libertad, honor y fortuna”[9]. De este modo afirmaba el valor y la primacía que siempre ha tenido la vida contemplativa en la Civilización occidental, realidad que fue duramente atacada por las reformas rivadavianas contra la vida conventual durante la década del 20.
Como conclusión de lo expuesto, podemos afirmar que los ideólogos e innovadores procuraron establecer la vida social sobre la trilogía masónica: Libertad, Igualdad, Fraternidad; entendidos estos conceptos en forma abstracta, y forzando a la realidad para imponerlos, desencadenando como contrapartida, el caos y el desorden. En tanto que Castañeda frente a la idea de la Libertad del Individuo y su Igualdad con los otros –entendidos como átomos asociados a partir de un contrato-, propone el Mando entendido como “función paterna”: la Paternidad divina se refleja en los hombres que en la sociedad cumplen la función de Jefatura. Por eso habla de que “somos hijos de un mismo Padre”,debiéndose ver en los que mandan (“párrocos, alguaciles”) la imagen de dicho Padre. Las relaciones humanas se construyen, por tanto, no a partir de los principios de Libertad e Igualdad, sino de Paternidad y Filiación;cuando estos dos principios se logren afirmar, los hombres dejarán de verse como enemigos para verse como “hijos de un mismo Padre”, y por tanto, se habrá logrado alcanzar la auténtica Fraternidad. O sea: Libertad, Igualdad y Fraternidad, de un lado; Paternidad, Filiación y Fraternidad,del otro. Y como fundamento de esto último, una vida humana fundada en la contemplación y no en el utilitarismo.

Prof. Javier Ruffino

Referencias
[1] Díaz Araujo, Enrique. Mayo revisado III.
[2] Ibarguren, Federico. Así fue Mayo.

[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] Monteagudo continuó siendo protagonista del proceso iniciado en 1810, evolucionando hacia posturas más conservadoras. Acompañó al General San Martín en su campaña al Perú. En tanto que Castelli murió de un cáncer de lengua en 1812 reconciliado con la Iglesia: “rindió contrito el alma a Dios, con todos los sacramentos de la Iglesia” (Bruno, Cayetano. Creo en la vida eterna).
[6] Bentham representaba en Gran Bretaña el liberalismo radical, en contraposición al gran pensador contrarrevolucionario Edmund Burke. Peter Viereck, citando a R. J. White, sostiene que Bentham “toma a las instituciones sociales como otras tantas piezas de un mobiliario que pueden ser mudadas de lugar, reacomodadas, remodeladas, o hasta convertidas en leña para el fuego” (Conservadorismo, desde John Adams hasta W. Churchill). Esta definición se ajusta perfectamente a la apolítica seguida por Rivadavia. Totalmente contraria es la postura de Burke, para quien la sociedad es “una asociación no solamente entre aquellos que viven, aquellos que están muertos y aquellos que han de nacer…Cambiando el estado tan a menudo como haya fantasías en el aire…ninguna generación podría enlazarse con otra” (Ídem). Para Burke la comunidad es orgánica, en tanto que para Bentham es producto de un contrato.
[7] Furlong, Guillermo. Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la naciente Patria Argentina. 1810-1830.

[8] Ídem.
[9] Ídem.

Cornelio Judas Tadeo de Saavedra y Rodríguez.
Jefe del Regimiento de Patricios  y
 Presidente de la Primera Junta de Gobierno
de las Provincias Unidas del Río de la Plata

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