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jueves, 23 de agosto de 2012

ÉXODO JUJEÑO 23 de agosto de 1812

Este año se celebra el bicentenario de la gesta del ÉXODO JUJEÑO, una gesta recordada en la provincia norteña con una emocionante noche de vigilia donde todos hacen guardia y nadie duerme.  
Este es el relato de la hazaña de nuestros antepasados ¿sabremos estar a la altura de su sacrificio?


Estando Belgrano en Jujuy, como General en Jefe del Ejército del Norte, en julio de 1812, se produjo una gran avanzada realista, que amenazaba destruir totalmente los poco que se había ganado a fuerza de sacrificio y coraje. 
Fue necesario recurrir no sólo al patriotismo, sino a la abnegación de los criollos. La orden de Belgrano fue terminante: no debería quedar nada que fuese de provecho para el adversario, ni casa ni objetos que fueran de utilidad, ni alimentos.
Lo que no podía ser transportado a lomo de mula, de caballo o de burro, debió ser quemado. Pensemos en el sacrificio de ese pueblo sufrido y resignado, que se trasladaba con lo poco que podía salvar, sin saber exactamente cual iba a ser su suerte.
Más que un éxodo, aquello era la imagen del renunciamiento incondicionalmente realizado. El frío y la ventisca invernales acompañaron a la caravana. El éxodo jujeño tuvo lugar el 23 de agosto de 1812. 
En sendos bandos de Tristán y Goyeneche se habla de los escasos vecinos que quedaron en Jujuy, de la miseria y la devastación creadas por la guerra. 1
En un oficio del 29 de octubre, Goyeneche celebra desde Potosí que el coronel de su ejército Indalecio González de Socasa haya podido construir el cuerpo municipal siquiera fuese con tres vecinos. Y agrega: “Me llena de la más dulce complacencia el voto unánime y general que V.S. me indica de los pocos vecinos que han quedado en esa ciudad de mantenerse decididos y adictos a la Casa del Rey sin que los retraiga la devastación que el furor y venganza del Caudillo Revolucionario Belgrano han causado en su población según lo tuvo anunciado en su impío bando del 29 de julio”. 2
Hasta el 23 de agosto de 1812, la revolución había puesto a prueba el amor de sus hijos a la libertad, ofreciendo sus vidas, pero en ese momento Jujuy fue escenario de algo más extraordinario todavía: una población entera sin discriminación de clases ni de edades, que sacrificaba colectivamente, su tranquilidad, su fortuna, su existencia.. Jujuy, era el paso obligado al Alto Perú, donde se encontraba el cerro de Potosí, del que se extraía la plata, que le proporcionaba una gran riqueza. Jujuy, merced a ese holocausto por la Patria, debió renunciar a todos sus bienes, lo que la sumiría en la pobreza, de la que sería difícil resurgir.
Fue tan completo el éxodo, que el testimonio español más que el argentino, nos da una idea cabal de su desarrollo. La historia de Torrente, escrita después de la guerra, con la tradición oral de los jefes realistas, nos dice en referencia a Goyeneche: “Hallándose a esta sazón con un brillante ejército, orgulloso por sus anteriores victorias, y muy superior en número y disciplina a las pocas y desalentadas tropas de Buenos Aires, que ocupaban las ciudades de Jujuy y Salta, de las que se habían retirado después de los ataques de Suipacha y Nazareno, con orden de su comandante Belgrano para que todos los habitantes evacuasen aquel territorio llevándose los archivos y aun los armamentos y muchos vasos sagrados de las iglesias, dispuso que el mayor general don Pío Tristán avanzase con tres mil quinientos hombres en persecución de aquellos prófugos”.
Exodo jujeño -Museo Histórico Provincial de Jujuy
El célebre bando de Belgrano, del 29 de julio, comenzaba diciendo: “Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud. Llegó, pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres…”. 3

El combate de Las Piedras 
En Cobos el hostigamiento adquirió mayor violencia. Los hombres estaban cansados por el duro trajín hasta llegar a desmoralizarlos. Allí el temple de del creador de la Bandera se hizo notar con energía. Mandó a fusilar a dos soldados y aplicarles severos castigos a algunos oficiales. Los realistas envalentonados ante este ejército que se retiraba, el 3 de setiembre de 1812, decidieron cargar sobre la retaguardia.
Inmediatamente Belgrano cambió de posición y atacó a Tristán derrotándolo completamente, dejando en el campo de batalla dos oficiales y cincuenta y ocho soldados muertos, varios heridos, cuarenta prisioneros y ciento cincuenta fusiles. Este combate se lo conoce como el de Las Piedras.
Granadero del Regimiento Nº1 Patricios vistiendo el uniforme general de la infantería
que probablemente se usara entre 1810 y 1812
El parte que el general Belgrano envió al Superior Gobierno relató lo siguiente:
Ayer (3 de septiembre de 1812) a las dos de la tarde, cargó el enemigo, en número de seiscientos hombres, con tanta furia sobre mi retaguardia, que se mezcló con ella y llegó al frente de mi posición al sud del Río de las Piedras casi a un tiempo; en consecuencia, hice lugar la artillería que se hallaba al mando del barón de Holmberg y mandé que, por el costado derecho, saliesen Don Carlos Forest, capitán del N° 1, con la parte de la División de Cazadores que tengo a su cargo; Don Miguel Aráoz, comandante 2° del N° 6, por el costado izquierdo con cien hombres de Pardos y Morenos, y la Caballería, al mando del Mayor General D. Eustoquio Díaz Vélez, con su segundo, el Teniente Coronel D. Juan Ramón Balcarce, por el centro; avanzaron todos con intrepidez, Jefes, Oficiales y Tropa, y la victoria coronó sus nobles y generosos esfuerzos poniendo en fuga vergonzosa al enemigo, quien dejó en el campo de batalla dos oficiales y cincuenta y ocho soldados muertos, y ciento cincuenta fusiles y cuarenta soldados que se hicieron prisioneros, no habiendo tenido, de nuestra parte más que seis heridos, entre los cuales el digno Don Miguel Aráoz, y muertos gloriosamente el Capitán Don Manuel Mendoza, un sargento de Húsares y un soldado.
Asimismo, en el oficio que dirigió al gobernador de Córdoba decía:
Las armas de la Patria han logrado, ayer tarde, una victoria completa: 150 armas han caído en nuestro poder, 40 prisioneros, y han muerto 60 (de los enemigos), que han abandonado el campo con la fuga más vergonzosa, no habiendo de nuestra parte más que 3 muertos y 6 heridos. Hágalo V.S. saber por bando a los pueblos de su jurisdicción, convocándolos igualmente a dar gracias al Todopoderoso, con misa solemne y Tedéum, disponiendo se anuncien tan plausibles noticias con repique general de campanas.
El coronel Huici, que se había adelantado hasta la localidad de Trancas, cayó prisionero y fue de inmediato trasladado a San Miguel de Tucumán. Este enfrentamiento sirvió para levantar la moral de las tropas. Continuó Belgrano sin embargo su retirada hacia el río Blanco y luego hacia el río Pasaje (o Juramento).
Este combate se encuentra en la versión completa del Himno Nacional Argentino. En el verso que enumera las victorias patriotas se canta "...ambas Piedras, Salta y Tucumán...", en referencia a dos contiendas diversas: una, que se dio en el Molino de las Piedras, triunfo de José Gervasio Artigas, el 18 de mayo de 1811, en la Banda Oriental, y la otra, que correspondió a la del Río de las Piedras, éxito de Díaz Vélez, de 1812.

El Éxodo Jujeño debe figurar en los frisos más altos de la veneración popular por la actitud heroica, donde el aporte de cada uno de los jujeños es el sacrificio que pone el sello excepcional de una acción. 

Belgrano, en razón del sacrificio efectuado por el pueblo jujeño, lo hizo depositario y guardián de la “bandera nacional de nuestra libertad civil”, puesto que, gracias a ese esfuerzo supremo, fue posible ganar las batallas de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812, y después la de Salta, el 20 de febrero de 1813. Una bandera, una escuela y dos escudos quedaron para siempre en Jujuy como testimonio del agradecimiento del prócer, que supo reconocer el patriotismo del pueblo jujeño.

1-DORA BLANCA TREGINI ZERPA, El éxodo jujeño. En: Manuel Belgrano. Los ideales de la patria. Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano de la República Argentina, 1995, p. 57. 
Véase: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Apuntes biográficos. 2 edición, Buenos Aires, 1995.
2- DORA BLANCA TREGINI ZERPA, El éxodo jujeño, op. cit., p. 57.
3- DORA BLANCA TREGINI ZERPA, El éxodo jujeño, op. cit., p. 58.
Fuentes:

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