En los orígenes de la Patria está la Compañía de Jesús. Instalados en
Córdoba desde 1599 y el Noreste de la Gobernación del río de la Plata y del
Paraguay, con sus Universidades y Reducciones los jesuitas forjaron los
primeros rasgos de nuestra identidad, su presencia además protegió a los
nativos guaraníes de las pretensiones portuguesas e impidieron que se
apoderaran del resto de Sudamérica en el siglo XVI y XVII.
Hacia 1629 los portugueses no contaban con suficiente mano de obra
esclava para sus gigantescas plantaciones de Brasil de modo que buscaron
esclavizar a los indios que habitaban hacia el interior de las costas. Los
nativos súbditos del Rey Católico estaban protegidos por las leyes que la Sierva
de Dios, Isabel I de Castilla impartió a Colón y por las posteriores Leyes de
Indias.
En el siglo XVII, luego de una feroz guerra independentista y religiosa
contra España, las Provincias Unidas como se llamaba entonces Holanda, tuvo un
importante auge comercial y su flota comenzó a singlar los mares en todas
direcciones. Mediante la piratería llegó a controlar el Atlántico Sur
complicando las operaciones comerciales no solo de Portugal sino también de
Inglaterra y sobre todo España. Llegaron a afectar tanto el comercio de
esclavos, que las haciendas portuguesas en Brasil, por ejemplo, se quedaron sin
trabajadores.
Pronto los portugueses se dieron cuenta que los guaraníes tutelados por
los jesuitas, se habían transformado en trabajadores agropecuarios bien
adiestrados de modo que su valor se duplicó. Un esclavo negro era bueno
trabajando por su resistencia física, pero demandaba tiempo adaptarlo a las
técnicas de laboreo en las haciendas. Por el contrario, los guaraníes gracias a
los jesuitas, eran mano de obra capacitada y además, excelentes artesanos y por
tanto un lucrativo negocio esclavizarlos.
Las Bandeiras Paulistas
El jesuita Ruiz de Montoya fue recibido por el rey Felipe IV y de
inmediato lo informó de la gravedad de los ataques que estaban siendo objeto
las Misiones por parte de las Bandeiras Paulistas.
El 21 de mayo de 1640 el monarca firmó una Real Cédula por la que
transfería al Virrey del Perú el poder para armar a los guaraníes y condenando
el tráfico de seres humanos. Si bien la ordenanza real llegaría cinco años más tarde a Lima, los
jesuitas no esperaron todo ese tiempo sino que tomaron la iniciativa. En 1639
habían conseguido de Buenos Aires y de la Real Audiencia de Charcas las
autorizaciones para que los aborígenes portaran armas de fuego. El gobernador
de Buenos Aires, Pedro de Rojas y Acevedo envió varios instructores y armas y
el papa Urbano VIII dispuso que los bandeirantes católicos fueran excomulgados.
Como era de esperarse, los portugueses reaccionaron con más furia que nunca y
casi matan a los jesuitas que se encontraban en San Pablo.
Los preparativos
En septiembre de 1640 partió la nueva bandeira. Se sumaron a esta
expedición -que no solo venía ya a saquear y esclavizar sino a cobrar venganza
y apropiarse de territorios- varios nobles portugueses e hijos de acaudalados
entre quienes se encontraban Antonio de Cunha Gago, Juan Leite y Pedro Nunes
Dias.
Unos 400 portugueses europeos ingresaron a las filas bien equipados y armados
con espadas, petos o armaduras parciales y armas de fuego. Como siempre, se
sumaron los renegados Tupíes y mestizos, ademas de negros esclavos. Todo este
ejército de unos 3500 efectivos comenzó a singlar por el río Uruguay en unas
700 canoas. Notificados los jesuitas del avance enemigo se ordenó concentrar el ejército guaraní de unos 4200
efectivos. El armamento tradicional indígena que consistía en arcos y flechas,
puñales, macanas y hondas fue reforzado con 300 arcabuces y piezas de
artillería algunas de las cuales fueron enviadas desde Buenos Aires. Las fuerzas incluían caballería armada con lanzas, que fue empleada principalmente de apoyo a la
infantería y la artillería. El reglamento desarrollado por los jesuitas durante el siglo XVII para
las defensas de los pueblos exigía que todos los indios adultos tuvieran
entrenamiento y los niños empezaran a practicar a los siete años una vez al mes
con hondas, arcos y lanzas. Los jóvenes debían ser diestros en el uso de
machetes o espadones anchos. También toda
localidad debía tener su propia reserva de pólvora, hondas y piedras, arcos y
7.000 flechas con puntas de hierro, 200 caballos para uso militar, 60 lanzas,
60 desjarretaderas (cuchilla de metal en forma de media luz sujeta a un palo) y
una maestranza donde fabricar pólvora. Pronto incorporaron instrumentos como
atabales, trompetas o cornetas, entre otros. Los indios llamaban guyrapá al
arco, jhu'y a las flechas, mimbucú a la lanza y tacapé a la macana. El ejército estaba bien organizado su estado mayor consistía de un Director Técnico de guerra, el ex militar hermano jesuita Domingo
Torres, español. Ayudantes del Director Técnico de Guerra los ex militares
hermanos jesuitas Juan Cárdenas, paraguayo, y Antonio Bernal, portugués. Jefes
de Ataque, el Capitán General, Gran Cacique o Mburubichaba Ignacio Abiarú,
nativo de la región del arroyo Acaraguá, y el meritorio Consejero Cacique o
Mburubichaba Capitán Nicolás Ñeenguirú, natural de la región del Ibitiracuá o
de la Concepción, hoy Concepción de la Sierra. Supervisor de Guerra, Padre
jesuita Pedro Romero, castellano. Asistentes del Supervisor de Guerra, Padres
jesuitas Claudio Ruyer, francés, superior de la Misión (se retiró enfermo a San
Nicolás); Cristóbal Altamirano,
santafesino; Pedro Mola y José Domenech, aragoneses, y José Oregio, flamenco.
Caballería guaraní formada |
Para la defensa se organizó una numerosa flota de balsas "acorazadas" con troncos para resistir las piedras y flechas
que arrojaban los tupíes proporcionando algún tipo de
"blindaje" contra los disparos de arcabuces.
Para mantener a los indios disciplinados, los padres Antonio Cárdenas,
Antonio Bernal y Domingo Torres, ex militares, comenzaron a ejercitar a los
guaraníes en marchas y maniobras militares además de técnicas de combate.
Simultáneamente, los padres Pedro Mola, Cristóbal de Altamirano, Juan de
Porras, José Domenech, Miguel Gómez, Domingo de Salazar, Antonio de Alarcón,
Pedro Sardoni y Domingo Suárez se dedicaron al apoyo logístico y la construcción de las balsas. La base de operaciones fue
situada en la misión Asunción de Acaraguá cerca del arroyo Mbororé.
1- Lugar conocido como la "Vuelta de Mbororé". Fue el sitio
al que se atrajo a los bandeirantes para obligarlos a combatir en el río y forzarlos a
desembarcar donde los esperaba la infantería. La
zona era conocida
como las chacras de Mbororé pues allí los pobladores de San Javier
tenían sus campos de cultivo y ganados. Era el único lugar de la costa en
toda la zona donde no había barrancas y era posible un desembarco, además por sus
particularidades topográficas era el lugar más adecuado para contener un campamento
de cerca de 4.000 soldados durante casi un año, con toda la logística necesaria.
2- Asentamiento provisorio de la reducción de Nuestra Señora
del Acaraguá luego de que se abandonara la ubicación fundacional, en la margen
derecha del arroyo homónimo, ante el peligro de la avanzada bandeirante. Tanto
esta reducción como la de San Javier fueron claves en toda la logística
necesaria para sustentar a las tropas guaraníticas acantonadas en la zona durante
casi un año. En el lugar queda únicamente,
como un hito recordatorio de la épica batalla, la "Capilla de
Mbororé".
3- Asentamiento de la reducción de San Francisco Javier.
Familia de guaraníes capturada por bandeirantes |
El reproche
“¿Con qué derecho, siendo cristianos, olvidados de vuestra salvación, venís a conquistar lo ajeno? ¿Acaso no habéis bebido bastante sangre de inocentes? ¿No habéis dejado suficiente número de huérfanos y viudas? Si estas cosas no os conmueven, pensad en que lucharéis con quienes os han puesto en fuga, y prefieren morir a llevar las cadenas de la esclavitud; sois traidores, no solamente a los neófitos, mas bien al Rey y a Dios; nosotros pelearemos en defensa de nuestras casas, hijos y mujeres, y de religiosos que nos han enseñado, hasta que caigamos muertos; además nos defenderá la Compañía de Jesús.” Palabras dirigidas por el Capitán Ignacio Abiarú a los bandeirantes, en Mbororé.
Mapa de la campaña |
Escaramuzas previas a la batalla
Los jesuitas habían organizado un rudimentario servicio de inteligencia
con observadores adelantados y espías infiltrados en territorio paulista. Así
pudieron hallar a dos guaraníes que habían escapado quienes informaron en
detalle la cantidad de tropas y calidad del armamento que traían los paulistas.
El 25 de febrero el P. Altamirano envió río arriba 8 canoas en misión
de exploración. En un recodo de un río, se toparon con mas de 300 embarcaciones
bandeirantes. Los guaraníes sostuvieron una breve escaramuza con la fuerza
invasora pero calculadamente escaparon siendo perseguidos por las canoas
tupíes. Los perseguidores cayeron en una trampa, pues los condujeron a la línea
defensiva guaraní. En la refriega que siguió los tupíes hubieran sido
exterminados a no ser porque comenzó una furiosa tormenta con truenos y
relámpagos que obligó a detener las operaciones.
Con la llegada de la noche, acelerada por el mal tiempo, los paulistas
intentaron atacar de sorpresa la posición jesuita de Acaraguá. En la oscuridad,
250 guaraníes en 30 canoas sostuvieron con valor el ataque a la luz de los
relámpagos, contra una fuerza superior compuesta por mas de 100 embarcaciones. El P.Altamirano juzgó prudente retirarse ante la magnitud de las
fuerzas invasoras para no perder a todos sus efectivos, pero antes, ordenó
destruir todos los cultivos y víveres para no dejar nada a los atacantes. Esta decisión
fue acertada ya que el hambre condujo a los atacantes hacia el terreno que los
jesuitas y caciques generales habían elegido para presentar combate.
La batalla
Cuando los Bandeirantes llegaron a Mbororé se encontraron con las
fuerzas guaraníes en línea de batalla y con la novedad que habían fortificado
las orillas. Hasta las mujeres colaboraban acarreando todo lo que se necesitaba
para mantener a los hombres en buenas condiciones.
Durante dos días los invasores tantearon la situación mientras decidían
que hacer. Los jesuitas entre tanto, acumularon más refuerzos y confesaron a
todos los que iban a pelear.
El 11 de marzo de 1641 la bandeira abandonó Acaraguá y avanzó río abajo
con unas 300 embarcaciones. A las dos de
la tarde, 60 canoas al mando del cacique general Ignacio Abiarú tomaron la
iniciativa pasando al ataque enarbolando el estandarte de San Francisco Javier.
Luego de una breve arenga, Abiarú condujo a los suyos directo al medio de la
formación enemiga comenzando la batalla que duraría casi una semana.
Al frente
de la singular flotilla fluvial, guiaba la acción una balsa donde iba montado
un pequeño cañón que, al hacer fuego, comenzó a hacer estragos en las filas
tupíes. La noche alivió el combate que hasta el momento, resultaba desfavorable
a la Bandeira. Catorce canoas y algunas balsas fueron capturadas y se tomaron
muchos prisioneros.
Al día siguiente, 12 de marzo, los jesuitas pensaron llevar el combate
a tierra firme pero los paulistas no aceptaron batallar lejos del río y por
fuera de sus fortificaciones. En eso que parlamentaban jesuitas y caciques los
pasos a seguir, llega un mensajero de los bandeirantes tratando de negociar la
paz pero no le fue aceptada la oferta. De inmediato sitiaron el campamento
bandeirante por tierra y desde el río sospechando que fuerza invasora estaba
maltrecha y que buscaban artimañas para reorganizarse. Desde el 12 hasta el 16
de marzo, el campamento enemigo fue bombardeado sin cesar.
Comprendieron los bandeirantes que ya la suerte en la batalla les sería
adversa y decidieron parlamentar. Tenían muchos heridos y además, nada de
víveres. Pidieron un nuevo tiempo para negociar la paz pero era tanto el daño
que habían hecho, que los indios no querían saber nada con rendición. Los
querían exterminar para siempre y alejarlos definitivamente de las tierras
labradas. El 16 salen de la fortificación y procuran forzar el bloqueo
navegando río arriba. Pero de inmediato son acosados por los guaraníes con
tanta determinación que comenzó una masacre. Los invasores alcanzaron a llegar
a la desembocadura del río Tabay solo para encontrarse que los estaban
esperando 2000 guaraníes formados en línea listos para la pelea. Solicitaron
clemencia otra vez pero los caciques guaraníes se negaron a proporcionarla y
los jesuitas no hicieron mucho para interceder. Finalmente arremetieron los
bandeirantes contra la banda oriental del río Uruguay buscando la salvación
pero fue un esfuerzo inútil. Los estaban aguardando y sufrieron constantes
ataques que los diezmaron. Perdido el orden marcial, la bandeira se fue
disgregando en pequeños grupos que fueron cazados sin piedad. La persecución de los guaraníes fue implacable. Los tupíes eran muertos sin miramiento alguno y los
portugueses asesinados así se rindieran. Durante meses, luego de la batalla,
partidas de guaraníes peinaron prolijamente la zona hasta no dejar a ningún
bandeirante en actitud de pelea.
Fuente: Artículo de Alberto E. Gianola Otamendi- Boletin del Centro Naval Nº844 |
Consecuencias de la batalla
La batalla fue terrible, de los 3000 paulistas que iniciaron el ataque,
solo un puñado de tupíes regreso a San Pablo junto a 120 portugueses y
mamelucos. Hubo un intento posterior por socorrer a los derrotadoS pero el
padre Altamirano junto con las tropas guaraníes de Abiarú los interceptaron y
derrotan a finales de 1641. Con esto, cesaron por muchísimo tiempo, las
temibles bandeiras. En los territorios portugueses de Brasil, ahora sabían que
los jesuitas no solo eran capaces de cultivar tierras sino trabar tan fuerte
amistad mediante el vínculo religioso, que los guaraníes se habían constituido
en un ejército regular que había que respetar.
Mboroé se convirtió así en el primero de los fastos navales de la
República Argentina.
Fuentes:
-Historia de la Compañía de Jesús-P. Nicolás del Techo
-Artículo de Esteban Snihur-Artículo de Fernando Javier Liebanes
-Aportes de Jorge Cardoso
-www.lagazeta.com.ar
Un très bel article, une situation que je connais peu mais très intéressante...Salutations lointaines!
ResponderEliminarMerci beaucoup Phil, je suis surpris que vous avez connu, même si peu, la bataille de Mborore, puisque c'est un événement presque inconnu dans notre pays, sauf dans la province de Misiones où il a eu lieu. Un gros câlin de l'extrême sud.
ResponderEliminarJe parlais de la situation générale, je ne connaissais effectivement pas cette bataille...Comme tant d'autres! Salutations.
EliminarDe toute évidence, vous êtes une personne très studieuse de l'histoire militaire et le fait de connaître la «situation générale» de ces événements si loin de l'Europe, le prouve. Cordial salutation
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