Estas reflexiones ya fueron publicadas en una página anterior a este Blog. Pero es bueno volver a hacerlo para plantearnos,una vez mas , si el tiempo que dedicamos a nuestro pasatiempo es un tiempo bien usado...o no.
Preguntándose Aristóteles si no
será en el juego donde se encuentra la felicidad, responde: "La felicidad
no consiste en el juego. Sería un absurdo que la diversión fuera el fin de la
vida... Según Anacarsis parece recto divertirse para dedicarse después a
asuntos serios. La diversión es una especie de reposo, y como no se puede
trabajar sin descanso, el ocio es una necesidad. Pero este ocio, ciertamente,
no es el fin de la vida, porque sólo tiene lugar en razón de la futura
operación. La vida dichosa es la vida conforme a la virtud; ésta va con el
gozo, pero no con el gozo del juego. Las cosas serias son mejores que las que
mueven a risa y a chanza, y el acto de la mejor parte del hombre, o de lo mejor
del hombre, se considera siempre como el acto más serio".
Niños, adultos y mayores, todos buscan un momento de juego... |
Santo Tomás coincide con el
Estagirita en su afirmación de que la felicidad radica en la vida virtuosa, no
en el juego. Si el juego fuera la felicidad, sería el fin de toda la vida
humana, de modo que el hombre trabajaría y haría todas las demás cosas sólo
para jugar. Juzga, por consiguiente, acertado lo que afirmaba Anacarsis:
"Los hombres, como no pueden trabajar continuamente, necesitan de
descanso. Por donde se ve que el juego o el descanso no es el fin; porque el
descanso es para el trabajo, es decir, para que después el hombre trabaje con
más intensidad. Por lo que se ve que la felicidad no consiste en el juego". ¿No se contrapone esto a lo que anteriormente dijimos, es a saber, que el
juego se caracteriza por ser de alguna manera "inútil", no ordenado a
ningún fin práctico? Nos parece que no, ya que si bien el juego no tiene en sí
mismo finalidad alguna, con todo, la razón por la cual se lo lleva a cabo lo
ordena de hecho extrínsecamente a un fin determinado, que es, en este caso, la
recuperación de las fuerzas del alma y el ulterior trabajo.
Concluye Santo Tomás:
"Algunos ponen la felicidad en el juego, por el deleite que hay en el
juego. La felicidad tiene, es verdad, cierto deleite, porque es operación según
la virtud, que existe con gozo. Pero no, sin embargo, con el gozo del juego.
Porque siendo la felicidad el bien sumo del hombre, es preciso que consista en
las cosas óptimas. Pues bien, decimos mejores a las cosas virtuosas, que se
obran con seriedad, que a las risueñas, que se hacen con juego. Y esto es
claro: porque la operación que es de la mejor parte del alma, y que es propia
del hombre, es más virtuosa. Es claro que la operación que es de la mejor
parte, es mejor, y por consiguiente más feliz" .
Tal es la doctrina
aristotélico-tomista acerca de la virtud de la eutrapelia. No será el juego lo
más elevado del hombre; con todo "el juego es necesario para el desarrollo
de la vida humana".
La virtud de aquellos que, al decir de Aristóteles, saben "desenvolverse bien", comportarse adecuadamente cuando están en grupo, ocupó un lugar importante en el sistema de virtudes del hombre culto tradicional. Fue en ese clima de eutrapelia donde se formó un alto ideal griego del hombre alegre y serio a la vez.
La virtud de aquellos que, al decir de Aristóteles, saben "desenvolverse bien", comportarse adecuadamente cuando están en grupo, ocupó un lugar importante en el sistema de virtudes del hombre culto tradicional. Fue en ese clima de eutrapelia donde se formó un alto ideal griego del hombre alegre y serio a la vez.
La eutrapelia, en última instancia,
fue para el pensamiento antiguo la virtud que rige las relaciones de la amistad
y la afabilidad.
Al asumir la enseñanza de
Aristóteles e impregnarla con el espíritu del Evangelio, luego de siglos en que
los autores se habían inclinado a confundir la eutrapelia con la bufonería, el
Doctor Angélico puso las cosas en su punto. La ética cristiana heredó así el
ideal del humanismo griego y lo llevó a su plenitud, cosa que sólo el cristiano
era capaz de realizar perfectamente, porque sólo él tiene conciencia exacta de
su situación entre el cielo y la tierra, entre Dios y el mundo, entre el
espíritu y la carne, entre la esperanza y la desesperación. Sólo el cristiano
que vive en gracia puede ser de manera plenaria un homo ludens; fundado en
Dios, puede "orientarse" como corresponde, ser eutrapelos.
Doctrina
grandiosa, comenta Hugo Rahner; entonces el cristiano puede jugar y divertirse,
entonces el sonreír y el reír pueden ser una virtud. "Acá se abren las
puertas para la teología medieval del cristiano gozoso, capaz de percibir en
todas las cosas creadas sus límites e insuficiencias, y por eso justamente
puede reírse de todo, porque sabe de la santa seriedad de lo divino. El que no
comprende esto pertenece al grupo para los cuales Santo Tomás acuñó la exquisita
expresión de ´non molliuntur delectatione ludi´ (no se ablandan con el placer
del juego)".
De hecho, la doctrina tomista de
la eutrapelia penetró el tejido social de la Edad Media, tan erróneamente
considerada como una época triste y aburrida. Las llamadas risa paschalia; las
escenas burlescas representadas en los bajorrelieves de numerosos templos y
catedrales, como por ejemplo en la iglesia de Vézelay; las denominadas
"fiestas de los locos", en que se festejaba una suerte de superación
o abolición de la razón, en un espíritu semejante al que caracteriza a
"los locos por Dios" del mundo eslavo; la "fiesta de los
asnos", con sus rebuznos lanzados contra altos "dignatarios" no
siempre tan dignos; la llamada "fiesta de los obispillos", donde un
grupo de chicos se disfrazaban de obispos, tomando en chacota a las jerarquías
locales; son otras tantas expresiones del humor medieval, libre y ocurrente.
Como dijimos al comienzo, la
enseñanza moral de los últimos siglos fue olvidando más y más la doctrina del
Angélico y el espíritu lúdico medieval. La virtud de la eutrapelia entró en un
cono de sombra, no subsistiendo de ella sino una breve y seca definición en los
manuales de teología moral.
Quizás fue Kierkegaard el primer cristiano moderno
que llamó la atención sobre la importancia del humor no sólo para la cultura
del hombre sino también para el progreso mismo de su vida religiosa.
Fuente: http://es.catholic.net/temacontrovertido/174/1634/articulo.php?id=3323
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